lunes, 6 de enero de 2014
El simbolismo de la piedra angular en los grandes monolitos de Chavín de Huántar
La civilización de Chavín de Huántar se desarrolló a partir del 1500 a.C., en la confluencia de los ríos Puccha y Mariash, afluentes del Marañón, a aproximadamente 3150 msnm, en el actual departamento de Ancash, Perú.
El origen de la cultura teocrática de Chavín es, hoy en día, fuente de acalorados debates.
El arqueólogo J. C. Tello había señalado en las culturas amazónicas el origen de la cultura madre de los Andes, también basándose en hallazgos del templo de Kotosh, ubicado en Huanuco.
Los arqueólogos Evans y Mayers propusieron que las cerámicas Chavín tenían relación con algunas artesanías provenientes del sitio de Valdivia en Chile, e incluso con ánforas neolíticas de la cultura japonesa Jomon.
Federico Kauffman Doig propuso, en cambio, la teoría “aloctonista”, según la cual el origen de Chavín, como de otras culturas andinas, sería mesoamericano.
Cierto es que Chavín de Huántar, a partir de 1500 a.C., se convirtió en un centro cultural y religioso de primer orden. Allí se elaboraron complejos rituales que tenían el objetivo de fertilizar la tierra y conectar el mundo de arriba, dominado por el Sol (simbolizado por el cóndor), con el inframundo, dominado por la serpiente, emblemática figura totémica.
El jaguar, en cambio, tenía un significado particular en Chavín. Esta sociedad dependía de la agricultura y, por tanto, veneraba a la Madre Tierra, pero el jaguar representaba la caza, o sea, la guerra, que significaba la preservación y expansión del propio territorio. Como el jaguar era visto como el animal perfecto, en total simbiosis con la naturaleza y capaz de capturar virtualmente a cualquier otro animal, el guerrero ideal debía fusionarse con el alma del felino y ser ejemplo para la comunidad. En la visión del pueblo Chavín, el hombre cazador debía ser como el jaguar y asimilar su destreza, fuerza, astucia, serenidad, determinación y precisión.
El jaguar se convirtió así, para Chavín, en la divinidad más venerada.
En Chavín se encontraron cuatro monolitos que evocan el simbolismo de la “piedra angular”:
Primero que todo, el “lanzón” o gran “lanza monolítica”, ubicada al interior de un laberinto situado en las vísceras del templo antiguo.
Es un “tótem” de 4,54 metros de alto que representa a un ser mitológico que encierra características humanas y animales. Se observan rasgos del felino estilizado.
Para algunos investigadores, el tótem o “lanza monolítica”, por su ubicación en las vísceras del templo antiguo, dentro del laberinto (simbología de la iniciación), representa al jaguar subterráneo, o sea, unido al inframundo.
Eso representaría también la fuerza telúrica, en oposición al jaguar celeste que sería la constelación de Orión, visible desde la habitación de la “lanza monolítica” sólo el 21 de diciembre, día del solsticio de verano en el hemisferio sur.
Está luego la famosa estela de Raimondi, de 1,98 metros de altura, que representa a un ser mitológico con los brazos abiertos y cetros en las manos, a su vez tallados con dibujos de felinos y serpientes. La boca del ser antropomorfo es la de un felino y los dedos son ornitoformes. De la cabeza del ser antropomorfo salen numerosos rayos que, según varias interpretaciones, son plumas, serpientes o milpiés. Según Kauffman Doig, esta divinidad sería un hombre-felino-ave-serpiente.
Es así como el Dios, adaptado a las exigencias del hombre, alcanza niveles de conciencia elevados, ya que se une con el cóndor que simboliza, en la Trinidad Andina, al mundo del arriba.
¿Es posible que la estela de Raimondi fuera una representación de Sumé-Viracocha-Quetzalcóatl?
Los otros dos monolitos que se encontraron en Chavín son el obelisco Tello (del nombre del célebre arqueólogo) y la estela de Yauya.
En el obelisco Tello, de 2,52 metros de altura, se representan a dos seres estilizados con características de felino y de ave (cóndor). También en este caso, el monolito tiene la función de tótem, o bien, de objeto de culto.
En la estela de Yauya (actualmente rota en cuatro pedazos, pero tenía una altura de aproximadamente tres metros) está ilustrada una divinidad ictioforme o serpentiforme, con características felinas y lunares.
Como puede verse, los antiguos habitantes de Chavín daban gran importancia al culto de un ser antropomorfo con rasgos de felino-cóndor-serpiente. Quizás fue justamente en Chavín donde se originó el culto de la Trinidad Andina, el cual era representado en los monolitos que tenían una función totémica y que, al mismo tiempo, representaban la piedra angular, o bien, la roca, con su simbolismo de la montaña, lo que no se puede corromper.
fuente--http://www.yurileveratto.com/articolo.php?Id=414
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