martes, 27 de noviembre de 2012
Los mayas, que alguna razón no concluyeron su calendario, obligaron a sus descendientes a temblar de miedo en espera del fin del mundo.
En cambio, alguien pudo grabar miles de piedras para enviar al futuro una noticia más grata: el fin del mundo ya tuvo lugar.
Este año se informó de que en Kamchatka se descubrieron fósiles muy extraños. Pudieron ser tomados por restos de animales antiguos. Pero el problema reside en que sus formas son demasiado exactas. Los fósiles se asemejaban más bien a piezas de cierto mecanismo, a ruedas dentadas o piñones de diferente tamaño. A juzgar por el estrato en que fueron hallados los piñones parece que tienen cerca de cuatrocientos millones de años. Los medios de comunicación informaron de que quienes investigaron el hallazgo –el arqueólogo de San Petersburgo, Yuri Gólubev, y un colega suyo de EEUU– supuestamente han confirmado que los fósiles parecen ser piezas de cierta máquina.
La ciencia oficial de Kamchatka ignoró el hallazgo. Pero la prensa recordó otros objetos, que en su tiempo causaron gran revuelo. Por ejemplo, unas extrañas piezas esféricas de un tamaño de entre 2,5 y diez centímetros, que de vez en cuando encuentran los mineros en rocas, cerca de la ciudad sudafricana de Klerksdorp. La edad aproximada de las rocas en que encuentran las esferas es de tres millardos de años. No existe una opinión única sobre la procedencia de estos objetos. Los partidarios de su procedencia artificial aducen que las esferas presentan claros indicios de su procesamiento tecnológico: incisiones longitudinales. Pero los geólogos afirman que las esferas representan en sí formaciones naturales, mientras que las incisiones que presentan son resultado de la eolización y oxidación naturales.
Más complicado aún es explicar las causas naturales del hallazgo hecho durante un viaje por Texas en 1934 por Emma Han, vecina de la localidad de London, situada en ese estado norteamericano. Ella encontró un martillo incrustado en el interior de una roca. El mango, que en su tiempo fue de madera, estaba petrificado. Pero el propio artefacto se conservó en perfecto estado, ya que fue hecho con buen metal, que el hombre aprendió a obtener no antes de diez mil años atrás. La paradoja consiste en que el martillo “echó raíces” en la roca petrificada, cuya edad, según algunos científicos, es de no menos de sesenta y cinco millones de años, o sea que data de la época de los dinosaurios.
No obstante, suele considerarse que la gente que pudo hacer tal martillo, apareció en la Tierra decenas de millones de años después de la extinción de los dinosaurios. Por consiguiente, la gente de ninguna manera pudo ver vivos a los dinosaurios. ¿Pero qué decir de los dibujos rupestres en la provincia peruana de Ica?
Esos dibujos representan a dinosaurios reales de diferentes tipos, que los especialistas reconocen muy bien: triceratops, stegosaurus, brontosaurio y tiranosaurio. Además, en esos dibujos con frecuencia aparecen seres humanos, que están a la caza de dinosaurios o los utilizan como medio de transporte. Por ejemplo, andan montados en triceratops o vuelan en pterodáctilos. En las piedras de Ica también aparecen las imágenes de mamíferos, extintos hace mucho tiempo, que son característicos solamente del continente americano. Además, pueden apreciarse escenas de operaciones quirúrgicas de trasplante de corazón y hasta de cerebro, y dibujos de sistemas estelares y de diversos aparatos voladores. Lo primero que viene a la cabeza al ver las fotografías de las piedras de Ica, que abundan en Internet, es que son falsificaciones hechas en nuestros días para los turistas ingenuos. Pero no todo es tan simple.
Las primeras menciones que se hacen de las piedras con las imágenes de extraños animales aparecen en 1570 en la crónica del cronista indígena Joan de Santa Cruz Pachacuti Yanqui Salcamaygua, “Relación de antigüedades deste reyno del Piru". A principios de los años sesenta del siglo XX las piedras de Ica empezaron a venderse casi regaladas, en el mercado negro de antigüedades del Perú. Se volvieron famosas gracias a la labor desarrollada por el profesor de medicina de la Universidad de Lima, Javier Cabrera (1924-2001). Al recibir la primera piedra como regalo de cumpleaños en 1961, el profesor dedicó después casi cuarenta años para recolectar y estudiar las piedras, y hasta para fundar un museo, que cuenta actualmente con más de once mil “adoquines” de un tamaño que oscila entre treinta centímetros y un metro y medio, cubiertos con los dibujos grabados. En 1976 Cabrera publicó el libro “El mensaje de las piedras grabadas de Ica”, en el que expone la siguiente hipótesis: una civilización altamente desarrollada, que existió en la Tierra en otros tiempos, registró en las piedras la historia del desarrollo de la humanidad y las dejó en el planeta antes de abandonarlo por la catástrofe global que se cernía. Por ejemplo, el Diluvio Universal. Por lo visto, las piedras fueron escogidas como material capaz de sobrevivir cualquier cataclismo. Y la simpleza de los dibujos, incluyendo las escenas de las operaciones quirúrgicas, estaba llamada a que este mensaje con el tiempo resulte comprensible a la humanidad que sobrevivió una catástrofe.
En Ica, Cabrera se hizo acreedor a la medalla de oro de la ciudad y al título de “Hijo ilustre de Ica”. Pero muchos lo consideraban un loco y otros – un falsificador. Esta gente declaró que las piedras de Ica eran una falsificación contemporánea que no merece mayor atención. Este veredicto se fundaba, entre otras cosas, en las declaraciones hechas por los excavadores peruanos que suministraban las piedras a Cabrera y que reconocieron que ellos mismos las grababan.
Pero, según el historiador ruso Andrei Zhúkov, las deducciones de los detractores de Cabrera están llamadas a desacreditar sus suposiciones y declarar, la colección de piedras con grabados que reunió, colección de falsificaciones, que no resiste crítica alguna.
En primer lugar, la venta ilegal de antigüedades en Perú es un delito. Por eso la gente que suministró las piedras a Cabrera se vio obligada a declarar que ellos mismos grababan las piedras, para evitar una persecución penal. En segundo lugar, las falsificaciones se diferencian de las piedras auténticas por la técnica del grabado. Y, en tercer lugar, la peritación de varias decenas de piedras, incluso con imágenes de dinosaurios, practicada a petición de Cabrera por la Compañía Minera Mauricio Hochshild con sede en Lima, confirmó su antigüedad. Resultados similares dieron las peritaciones realizadas en las universidades de Bonn y de Lima, y en el laboratorio de la Escuela de Ingeniería de Lima.
Zhúkov sostiene que una prueba de la autenticidad de la colección de Ica son la imágenes de algunos dinosaurios, cuyos restos fueron descubiertos por paleontólogos a principios de los años 1990, o sea ya después de que estas imágenes se vieran en la colección de Cabrera. Se trata en particular de imágenes de diplodocus con espinas de queratina alrededor del dorso, semejantes a las que tenían los stegosaurus. Se hace difícil imaginar que los campesinos peruanos semianalfabetos, que supuestamente se dedicaban a falsificar los artefactos, podrían inventar semejante animal o dibujar las escenas de trasplante de corazón y de cerebro, que asombraban por la precisión de los detalles. También es dudoso que en el hipotético taller clandestino trabajaran expertos químicos, que sabían cómo avejentar las piedras para engañar a los expertos. Y, por último, sería simplemente imposible encubrir la existencia de tales laboratorios, que extraían decenas de miles de piedras grabadas.
En síntesis, la colección de Cabrera puede ser realmente auténtica. Pero si estamos de acuerdo con esto, entonces habrá que poner en tela de juicio nuestras nociones actuales sobre la historia de la Tierra. Son muchos los hechos que cimentan semejante tipo de dudas.
FUENTE--CREOREVIENTA
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