martes, 27 de noviembre de 2012
El complejo de templos de Abu Simbel es una de las maravillas arquitectónicas más impactantes de Egipto. Construidos con fines políticos, fueron lugar de culto de los egipcios gobernados por Ramsés II. Sus soberbios muros y sus estatuas de inmensas proporciones dan paso a salones habitados por la mística que sólo la antigua religión egipcia es capaz de suscitar Alrededor del 1284 a.C. se inició la construcción del Templo Mayor, dedicado a Ramsés II, quien ordenó su levantamiento. Fue parte de una estrategia política para recuperar el prestigio que Egipto había perdido en el exterior tras conflictos religiosos que básicamente consistieron en el traslado del culto de Amón hacia el culto de Atón. La vida política se había visto consecuentemente trastocada durante el reinado de Ajenatón Tras haber vencido varias batallas, Ramsés II proyectó la edificación de su propio templo, que albergaría el culto a los tres dioses más venerados de Egipto: Amón, Ra y Ptah, mostrando al mismo Ramsés II como el cuarto gran dios de Egipto. Asimismo, un templo, de menor tamaño, fue erigido en honor de su esposa favorita, Nefertari, que encarnaría a Hathor, diosa del amor y la belleza Si durante siglos fue la arena del desierto la que ocultó el majestuoso templo de Ramsés II en Abu-Simbel, en el siglo XX fueron las aguas del Nilo las que estuvieron a punto de sepultarlo. Aquellas mismas aguas que hicieron sentenciar al historiador griego Herodoto, "Egipto es el Nilo", resumiendo de este modo que Egipto y el Nilo eran una misma cosa. Aquellas aguas que hacia el mes de julio desbordaban el cauce del río, y depositaban sobre sus márgenes el limo que fertilizaba las tierras, hicieron posible una floreciente civilización en la antigüedad, pero estuvieron siempre sometidas al capricho y voluntad de la climatología. Entre 1899 y 1902, siendo Egipto un protectorado británico
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.